He probado decenas de psicólogos
y ninguno se acercó ni un poquito a la raíz de mis problemas.
Desde bien chiquita lo mío fue un peregrinaje contínuo de terapeuta en terapeuta, psicólogos (alguno incluso famoso), psicopedagogos, psicoanalistas...
Y nada.
Salía llorando y temblando de algunas sesiones, no creas que no tocaban algunas de las teclas, pero yo no mejoraba.
Hasta que descubrí algo que cambió mi destino por completo. Le dio la vuelta a mi vida como si fuera un calcetín, a una velocidad impresionante y de manera duradera.
No sé cómo llamarlo para explicarme correctamente, pues es un conjunto de herramientas complejo. Podemos decir que fue la espiritualidad, no se me ocurre una palabra mejor, lo que me ayudó a entenderme y a crecer como persona.
Tengo una newsletter donde lo cuento con más detalle:
La gente suele pensar en brujería y vainas raras, pero nada más lejos: se trata de acceder a nuestro inconsciente y hablarle en el único idioma que entiende, el de los símbolos, las emociones y los sueños.
Por eso se utilizan cuentos y fábulas, arquetipos antiguos y rituales que realmente te transforman. Cuando te dés de alta te explicaré eso en los primeros emails, aquí no cabe todo eso, y lo que tú quieres es, igual que yo, sentirte mejor.
SALUD, DINERO Y AMOR
Todos buscamos lo mismo, sobre todo el primero y el tercero. No hay nada más humano, más... terrícola.
En mi caso, una vez que empecé a poner orden en mi azotea, me di cuenta de lo mucho que se puede ayudar a los demás y lo poco conocidos que eran los instrumentos que a mí me ayudaron.
Y así fue como descubrí mi estrella polar, mi misión, mi propósito de vida. Hace ya más de 20 años.
Ahora me dedico a ayudar a otros terrícolas a recorrer el puente que separa el punto doloroso en el que están y el que merecen alcanzar.
También hago divulgación de estas técnicas en un podcast llamado Sólo quiero que pienses.
Por cierto, me llamo Eve, hija del Universo, como tú:
En el email número 3 te contaré cómo vencí yo al principal enemigo del cambio: el miedo. Porque nuestro cerebro levanta todo tipo de muros con tal de protegernos, y al final nos impide avanzar, nos mantiene inmóviles, en eso que los gurús llaman la zona de comfort.
Reseñas terrícolas